"Las Peñas, puro nervio de las Fiestas Patronales torreñas"

Por Juan José Ruiz Moñino

Un significativo número de peñas marcarán la última semana de este mes de agosto la apoteosis de las fiestas patronales 2019 de Las Torres de Cotillas con el gran desfile de carrozas que llenará de alegría y color las calles de nuestra localidad.

"Los Tirillas", "Bohemia", "Asvebalovi", "El Rincón Pulpitero", "L´Almazara", "La Bomba", "El Raspajo", El Hogar de las Personas Mayores, la Asociación de Mujeres "Isabel González", "Los Guerreros", "Timanfaya", "Kimera", "Diamoray", "20 de Copas", "Los Páharos", "Brodguay", "Los Espontáneos", "Naipes", "El Botijo", "El Mono", "Badana", "La Zumaca", "Los Amigos", "La Media Legua", "Misin-Dos", "Los Parposos", "Los Gorilas", "Superbebientes", "Potemos", "El Pezón", "Todotorreños", "New Corpore Sport", "Unión Latina", Área Comercial "Las Torres", "Aires de fiesta" o "Pitulancas" son nombres propios que han marcado y siguen marcando lo que el sociólogo francés Émile Durkheim definía como fiesta, esto es, como concentración colectiva de tradiciones compartidas, lo que hace que cada individuo siente que participa en un momento excepcional, el festero de la expansión, del desenfado, jolgorio, espontaneidad desbordante de pasión de la buena, del grato humor vivido en hermandad, un elemento humano activo que es reflejo del carácter de un pueblo que sabe moverse, pasarlo bien, hacer de la fiesta prolongación de un espíritu inquieto y tronante.

Peñas que conforman una multitud llena de color, donde en días de fiesta no hay ni ricos ni pobres, ni jóvenes ni viejos, ni torreños ni forasteros, sólo un único pueblo con deseo de divertirse, contagiado de buen rollo delirante. La ciudad de Las Torres de Cotillas ya no es ella, tiene otro aire, un aire de fiesta, una ruptura con la vida cotidiana , el mundo al revés, en resumen. Porque más de uno y más de dos se siente feliz de poder compartir otro año ilusiones, historias, proyectos y alegrías con la gente con la que te relacionas, a la que quieres, aprecias, esa gente que en todo momento está ahí, amigos auténticos, familia, gente que te conoce de sobra leyendo en la mirada de tus ojos.

Hay que vivir las fiestas torreñas aparcando la precipitación, la prisa, lo rutinario, el pasmoso día a día gris,... Gozar libremente las fiestas arrastrados por la ilusión de unos días que, siendo como son, nos acarician el alma.

Ambiente de fiesta como inversión de la naturalidad de jornadas de calendario, como paréntesis de liberación de todos los frenos (de espacio, tiempo, comportamiento,...), explosión de lo intenso, de comunicación de espíritus (nada de parapsicología, por Dios), de entrega, de excesos, de destierro de tabúes, de dejarse transportar sin ataduras por la bonhomía integral, de negar por competo barreras y prejuicios sociales, jerárquicos,...

Fiestas como apariencia de desorden pero con marchoso caminar dentro de un orden, de reglamento de gozo, de norma de disfrute, de canto de estrépito, de haber juvenil, con código, estatus igualado en lo marchoso, con fuerza y vitalidad efervescente.

Fiestas de éxito tachonado por esas peñas donde el elemento joven tiene mucho que demostrar y mostrar vez tras vez, verano a verano, haciendo que el aire festero tenga lugar de un modo convencidamente vivo.

Las peñas son parte importante a la hora de movilizar a toda una localidad, a involucrarse en la fiesta arrastrando a propios, amigos y visitantes a adentrarse en un torbellino de chispa, algarabía, éxtasis estival y cromatismo de sensaciones tomando así Las Torres de Cotillas conciencia de pueblo, de sí mismo, de su apego, respeto, preservación y proyección a los cuatro vientos de tradiciones que son, en definitiva, un destino común a lo largo de siglos de historia.

Ésta es mi fiesta y me apunto a todo lo que ella significa. Sin dudarlo.

Juan José Ruiz Moñino

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