Los auroros torreños vuelven a cumplir con la tradición un año más

El pasado viernes 1 de noviembre recorrieron el cementerio de Las Torres de Cotillas cantando sus salves a los difuntos

La “Campana de Auroros Virgen del Rosario” de Las Torres de Cotillas no faltó a la tradición del Día de Todos los Santos y el pasado viernes 1 de noviembre recorrió el cementerio del municipio torreño cantando a los difuntos sus salves. Unos cantos acompañados con su campana -que según los estudiosos sería de mediados del siglo XVIII- con los que se recuerda a los que ya no están entre nosotros en un día muy señalado en el calendario de esta agrupación torreña.

Su visita comenzó en la tumba de Antonio “el Chanchirre”, componente de la Campana antes de su desaparición allá por los años 40, al que dedicaron una de sus salves. El itinerario continuó con la visita a otro antiguo hermano auroro, Jesús “el Casonero”, al que dedicaron otra preciosa salve de difuntos que agradecieron emocionados los familiares y los vecinos colindantes. “Después seguimos cantando salves y Padrenuestros a los familiares de los actuales auroras, así como a todos los vecinos que estuvieron interesados en dedicarlos expresamente a sus difuntos”, explica Antonio Fernández, Hermano Mayor de la Campana de Auroros Virgen del Rosario de Las Torres de Cotillas, que recuerda que a veces “se creaba un ambiente que embargaba a los presentes, que con un significativo silencio presenciaban la escena, y a los mismos auroros que se afanaban, controlando la emoción, para apenas poder acabar sus cantos”. Para concluir, los auroros torreños cantaron en la puerta del cementerio un último Padrenuestro por las almas de todos los que allí descansan en la paz de Señor y se dio por finalizada la jornada.

Recuperando la tradición

Esta tradición se recuperó hace un par de años en Las Torres de Cotillas por esta agrupación –que ensaya en el edificio del antiguo Ayuntamiento torreño- después de su desaparición hace más de 50 años. Así, sus componentes están rescatando Salves del Rosario, de Difuntos, el Padrenuestro y otras composiciones populares que en su día, entre la oscuridad de la noche y la luz del nuevo día, entonaron los auroros del pueblo hasta mediados de la década de los 40 del pasado siglo para despertar a los vecinos y que acudieran a la misa primera, así como para cantar a los difuntos en su día.

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