El grupo torreño “Vergel” canta “los mayos” en su tradicional exaltación primaveral

La asociación de Las Torres de Cotillas, que cuenta con casi 20 años de vida, acudirá puntual a su cita musical en la noche mañana viernes 30 de abril

Durante dieciocho años el “Grupo Etnográfico Vergel de Murcia” de Las Torres de Cotillas ha mantenido viva en el municipio torreño una tradición de tiempos ancestrales: el canto de “los mayos”. Una práctica que este año tendrá lugar mañana viernes 30 de abril por las calles de la localidad –como es habitual-, cuando a partir de las 21 horas la formación torreña entone sus canciones en la parroquia de Nuestra Señora de la Salceda y comience el recorrido que la llevará por las calles Campo, Príncipe y Enrique Granados.

“Los mayos” son cantos ancestrales que se interpretaban para conmemorar la llegada del buen tiempo y las buenas cosechas. En su origen, “los mayos” era una conmemoración pagana, pero con el paso de los años y fundamentalmente, entrado el siglo XX, la fiesta se fue “cristianizando” poco a poco hasta convertirse en una celebración de acción de gracias.

Así, estos “mayos” cristianizados arrancan con un canto a la belleza y feminidad de la Virgen y de allí, a las mozas del municipio. Con estos cantos, el “Grupo Etnográfico Vergel de Murcia” también está invitando a los vecinos de Las Torres de Cotillas a seguir la tradición de colgar cruces de flores en las ventanas.

“¿Se canta o se reza?”

Según manda la tradición, generalmente, eran los hombres del pueblo los que salían a recorrer las calles del municipio. Cuando se acercaban a una casa a cantar debían preguntar “¿se canta o se reza?”. Si se respondía “se reza”, se entendía que la familia estaba de luto o había alguien enfermo en su interior, pero si se respondía “se canta”, la cuadrilla arrancaba a entonar el “mayo” donde se exaltaba la belleza de la Virgen y se adjudicaba por “mayo” a su marido San José.

También es tradicional que en estos “mayos”, los hombres terminen cantando jotas o parrandas en las casas de los vecinos para terminar siendo invitados a un poco de anís o mistela para calentarse. Además, según la tradición, era también habitual que dentro de esta fiesta de exaltación primaveral, las flores que se habían secado fueran quemadas y esparcidas alrededor de las casas para evitar así la llegada de desgracias al domicilio.

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